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El Tábano… Un asesino en serie que no actúa solo.

30 días de terror en Petrohué.


Según libros y estudios entomológicos, se trata de un insecto típico de la zona sur del país, su picada es inofensiva y son parte de nuestra fauna… ¡¡¡¡PERO TODO ESO SON PATRAÑAS!!!!. Seguro otra historia más de las autoridades Norteamericanas para ocultar la verdad!! Tal como ocurrió con el incidente de Roswell en 1974.

Estoy seguro que se trata de una especie desterrada de un planeta lejano por su acoso asesino y salvaje, unas alimañas ponzoñosas llegadas de otro mundo, con el fin de liquidar a los pescadores y a los niños que corren a pata pelada por la playa. Salvajes asesinos voladores dispuestos a aniquilar todo lo que se mueva y sobre todo a la especie humana de la familia de los Mosquerosidaes.
Enemigos acérrimos del wader de colores claros y no se intimidan con los manotazos ni menos con el tubo de la caña usándola como bat de béisbol para minimizar sus ataques.

Un ejército completo de aeronaves Kamikaze dispuestos a cumplir con su objetivo de hacerte correr hasta la camioneta para protegerte por la rivera del río, dejando tiradas sobre la arena tus cañas, tus cajas de moscas, tu botella de agua y lo que es peor, se sienten sus rizas al verte corriendo con tu sombrero en la mano girándolo en círculos como si fueras un helicóptero cayendo en picada. Una verdadera situación bélica, donde de seguro ellos serán siempre los vencedores.

Puede que se trate de un experimento fallido de los gringos como el Chupacabras, y hoy los tenemos entre nosotros en plena temporada de pesca y al parecer será para siempre.

Fue un ataque cobarde. Cientos de gigantescas moscas acorazadas me hicieron ver como un niño ante la naturaleza. Una vez protegido dentro de la camioneta y sentirlos golpear contra los vidrios del vehículo a eso de las 14:30 hrs. en pleno febrero, era obvio que la temperatura comenzaría a subir. Mi garganta se secaba y por el retrovisor veía mi botella de agua mineral olvidada sobre la arena a unos 30 metros de distancia. Mi única botella de agua para el resto de la jornada. Sola y bajo el sol, siendo custodiada por las aeronaves enemigas.

En ese momento decido enfrentarlos y estudiarlos. Tomo mi cámara fotográfica y la programo en Macro para poder hacerles tomas cercanas de este asesino. Respiro, rezo y voy al rescate de mi elemento vital que me permitirá pasar la angustiante sed.

Comienzo a caminar por la arena lentamente, escucho sus zumbidos acercándose a mi pero mantengo la calma. A medida que se van posando sobre mis aperos de pesca trato de comenzar a acercarles el lente de la cámara para fotografiarlos. Tarea muy difícil ya que son escurridizos, atentos y siempre pilotean a la defensiva.
A medida que se van posando en mi cuerpo trato de disparar el obturador lo más cerca de ellos y lentamente bajan su nivel agresivo al ver que no pierdo la calma. Sigo moviéndome lentamente para hacerles distintas tomas sobre mi las que se hacen complicadas ya que las hago sin ver el ojo de la cámara. A no menos de 5 minutos ya tengo posados a lo menos unos 25 a 30 ejemplares sobre mi. Lamentablemente estoy solo y puedo fotografiarlos de a uno o a lo más dos.

A los 10 minutos de compartir con ellos sin que haga el juego del helicóptero se aburren y sorprendentemente desaparecen y quedo tranquilo. Regresan unos que otros y se van nuevamente. La verdad no son tan asesinos ni diabólicos, son simplemente molestosos y comparables con una suegra, una madre aprensiva que te molesta y dice que te abrigues porque hace frío cuando tienes 34 años, un político en plena campaña o simplemente comparable con la camioneta LUV del circo que llega a tu barrio y te ensordece con el megáfono todo el día anunciando a la mujer barbuda y al “lión Tomás”.

Dejo digitalmente mi experiencia en esta difícil tarea de fotografiarlos sin ver el ojo de la cámara.



El primero que capturé con el lente tratando de traspasar el wader en mi pierna para alimentarse de mi sangre.



En mi gorra… tratando de penetrar su trompa sobre mi cerebro.



Subiendo sobre mi pierna y llamando a un aliado para un ataque conjunto sobre una zona de conflicto.



Llegaron a la zona de conflictos y cada uno atacando gónadas!!!!!... Estoy seguro que tienen un plan de acción.



Este momento es único!! El jefe y líder de la escuadra despega de mi pañuelo y se dirige directo a mi cara. Era la hora de intimidar.



El líder del escuadrón se posa en mi boca y la intenta abrir. Seguro para tratar de meterse a mi cerebro através de mis vías aéreas para controlar el mundo, ya que no pudo directamente por mi cabeza gracias a la goma del gorro aceitoso que tenía como escudo.



Como el invasor no logró abrir mi boca, subió por mi nariz para intimidarme personalmente. Pero como buen contendor y ya dispuesto a todo me saco los anteojos y sigo su juego.



Como 2 grandes guerreros nos miramos fijamente y dispuestos a todo. La hora había llegado entre titanes. Las miradas amenazantes solo podían presagiar lo peor. Sólo uno tenía que rendirse.



Su temible aguja que desprende desde sus entrañas traspasó mi nariz. Fue el fin.



Sobre uno de los bolsillos esperaba el segundo comandante al mando de la misión, quien al ver el manotazo que provocó la caída del líder al suelo da la orden de ataque.
Ahí comenzó la batalla final.



Una larga contienda de picadas, manotazos y disparos de obturador entretuvieron la jornada de almuerzo, y a pesar de que me sentía derrotado por tal gigante ejercito logré llegar por mi objetivo casi deshidratado. Tomé mi botella de agua mineral y pude saciar la sed para seguir en la lucha por mi orgullo personal.

 

Este fue el único soldado que logró una picada dolorosa, ya que las ropas de pesca y sobre todo el wader sirve para evitar contacto directo con su aguja. Se puede apreciar su arma letal introducida casi totalmente sobre mi mano izquierda y succionando mi sangre. Pero él no sabía que esto le traería penosas consecuencias más adelante. Dos vasos cargados de Ron Cola bebidos la noche anterior circulaban por mis venas. A éste lo bauticé como “Chamelo”.



Al ver a este soldado caído en batalla me acerco a fotografiarlo. Pero al concentrarme en él, puedo ver que mueve sus patas y se escuchan ronquidos. Era él. “Chamelo”. Durmiendo la mona luego de succionar los 2 vasos de Ron Cola que circulaban por mi sangre.

La batalla había concluido y me pude dar cuenta que no son tan asesinos. La verdad son animales que si bien algo molestan, no son lo suficientemente capaces de hacer que nosotros, los Mosqueros, dejemos de disfrutar de nuestro deporte en una rivera que claramente por su belleza y la buena pesca de truchas logra hacer que los soportemos.

Solo viven 30 días y para poder pescar con ellos solo les recomiendo protegerse las manos.
Además todo en la vida no puede ser fácil. Si Dios nos regaló un entorno bello, un río limpio y grande, era obvio que nos tenía que poner un problemita para que no sea tan sencilla la vida de los pescadores con mosca de Chile.

Además hay que aceptar todo lo que nos depara la vida, así como los padres tienen que aceptar a su hijo que se hizo “Pokemón” y se pinta el pelo azul como la Paty Maldonado, o al hijo que se hizo “Punk” y al verlo no sabe si se trata de su retoño o de un Pavo Real,… hay que aceptarlos, quererlos y aprender a vivir con ellos.

No quiero terminar estas notas sin hacer un minuto de silencio y un gran homenaje al líder del escuadrón quien encontró la muerte sobre mi nariz víctima de un gran manotazo. Un verdadero guerrero.

Solo me resta despedirme de ustedes e invitarlos a visitar el hermoso río Petrohué, ya que a estos tábanos solo les queda 10 días de vida y descansarán en paz.

Aunque la verdad, los que descansaremos en paz cuando mueran seremos nosotros.

Carlos Schröder B.




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