Entonces recogí mi línea, vadee el río, y me acerque hacia él por la orilla, y me dice “ acabo de perder una arcoíris de kilito y medio”, “¿con que?” Dije yo, “con sequita” replicó, el lugar era preciso para una pesca con moscas secas, era un planchón de agua, con bolones grandes que no lograban a asomar fuera del agua, en pocas palabras era el hábitat perfecto para que una trucha hiciera de las suyas, Javier por una orilla y yo por la otra decidimos cubrir el río con nuestras secas, lancé y deje derivar, por lo menos diez veces, en el próximo cast, cuando la mosca ya se alistaba a salir del agua para una nueva presentación una sutil tomada, como se alimentan las grandes truchas, casi invisible, sin siquiera asomar su cuerpo o dejar notoriedad de su tamaño se apropió de mi mosca, espere lo debido y clavé firme, no fuerte, solo firme, pero al sentir que mi clavada no movió en demasía la trucha supe que se trataba de una BUENA trucha, luego se dejó ver, solté algunas palabras de las que quedan solo para la confianza, pero que en la idea general querían decir, “¡oye, esta es grande!!!!!!”


Con mi caña alzada aguante sus embates, siempre cuidando el 5x que había entre la trucha y yo, dejó ver su cola fuera del agua, entonces Javier, dice sorprendido, “cresta!”, la trucha sintió su superioridad y quiso safarse yendo aguas abajo, por la corriente y entre las rocas, Javier me dijo, “no la dejes ir hacia abajo, si se te va para allá, cagaste!!!”, la aguanté y la salí hacia la orilla para realizar las ultimas maniobras, Javier corrió por Eduardo para sacar la foto de rigor mientras yo terminaba de cansar a esa verdadera máquina, al llegar Eduardo ya la tenia bajo control, la admiré por algunos segundos, la perfección de su forma, hecha para cazar, aletas grandes, colores preciosos, su mandíbula prominente y una fuerte cola, me la memorice por completo, una vez que Eduardo estaba listo para sacar la foto, solo ahí la levanté, un par de fotos y al agua, no tardó en recuperarse, sintió el agua y salió como si nada hubiera sucedido, de vuelta a su refugio entre las rocas, luego las felicitaciones de mis compañeros de pesca y anfitriones Javier y Eduardo, ambos excelentes compañeros de pesca y amigos, sentados en la orilla de aquel hermoso río comentábamos la captura, tal cual yo se las cuento a ustedes, las ultimas felicitaciones y comentarios sobre la mosca usada y de vuelta al agua, cast y deriva, tras algunos minutos volvieron los rises de las truchas de aquel lugar.

Una nueva tomada, pero menos sutil que la anterior dejaron entrever que era una trucha de menor tamaño, la cobré sin mayor dificultad, la foto y al agua, las horas habían pasado desde que entramos al agua en el catarraft y bajamos a vadear, aun debíamos recorrer unos cuantos kilómetros hasta finalizar el trayecto hasta el vehiculo que nos llevaría de vuelta a Lonquimay, volvimos a flotar aguas abajo, Javier capturó las ultimas truchas de la jornada, jamás bajaron del medio kilo, esto sumado al entorno de ensueño, un río solo para nosotros, lugares invadeables, plenamente exclusivos para quienes compartimos ese día, más aun con dos compañeros de pesca como lo son Javier Viñuela y Eduardo Anguita, recordaré esa jornada de pesca por sobre muchas otras, tal vez porque la combinación “truchas + mosca seca + hermosos paisajes + excelentes compañeros” sea una de las más cercanas a lo que para mi es un día perfecto.