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De Maestro a Compañero
Todo comienza en el año 1972, donde mi padre decide, junto a mi madre, buscar un compañero de aventuras que lo siga incondicionalmente por el resto de su vida. Así las cosas, este compañero tiene que, por sangre y concepción, ser pescador y amante de la naturaleza sin lugar a excepción. Por lo tanto, que mejor lugar para buscar a tan esperado “ladero” que una carpa a orillas de un hermoso lago en nuestra Patagonia. Y así fue, que en honor al Padre Salesiano Nicolás Mascardi este hermoso lago a orillas del cual fui concebido lleva su apellido y yo su nombre.

Todo padre espera ansioso el momento de poder compartir plenamente su pasatiempo favorito con su hijo. Si de pesca se trata, los campamentos a orillas de un apacible y espejado lago, el intenso brillo de las estrellas, los preparativos previos a una jornada de pesca, la emoción de un pique, la primera captura. Todos estos pequeños y grandes matices de los ambientes naturales que visitamos y comenzamos a admirar de una manera especial.



A los niños les gusta pescar, desde pequeños muestran interés pero este no es motivo para ponerse ansiosos, tampoco tenemos que presionarlos antes que realmente estén preparados para disfrutar con la experiencia. En mi caso la inducción a la pesca comenzó a muy corta edad. Aun conservo fotos de mi infancia donde dentro de mi cuna aparecen siempre los mismos dos juguetes: “una pelota de fútbol y una caña de pescar con su respectivo reel”.

En la escuela de la pesca me toco pasar por todos los niveles, desde la pesca de cangrejos con una rama de árbol y un hilo, hasta la delicada presentación de una mosca seca en un pequeño spring creek. Lo importante, principalmente para los niños, es no saltar etapas.

La Primera Etapa: “El juego”
La primera etapa comienza como un juego donde los niños ayudan a Papá con los preparativos de sus cosas de pesca o con la elección de una mosca que atamos esa fría tarde de lluvia mientras que ellos aprovechan a desparramar por todo el suelo el costoso crystal flash. Todas estas cosas van despertando su interés de forma natural.

Una recomendación que les puedo dar en este sentido, en función a mi experiencia personal, es que en esta primera etapa manejen con delicadeza las ansiedades de los niños, porque el nivel de excitación alcanzado al momento de ayudar a su padre en la preparación de los implementos de pesca, es directamente proporcional a la frustración que genera verlo partir a su excursión sin ellos.

Uno de los principales problemas que se presenta en los niños, como fue mi caso, radica cuando el interés por la pesca se manifiesta a una corta edad, por lo cual es posible que no estén preparados para determinados tipos de pesca, lugares o implementos necesarios para poder disfrutar de esta pasión tanto como su padre. En mi caso particular, aún recuerdo que cuando comencé a pescar con mosca no existían waders para niños. Mi madre en su rol de costurera, me fabricó uno a medida, el cual por supuesto, mas allá de todos los pegamentos y telas especiales utilizadas, solo servía para “la foto”. Por otro lado, tampoco existían chalecos de pesca para niños, pero esta vez sí, el chaleco confeccionado por ella resultó una prenda sumamente útil, la cual aún conservo como recuerdo de mis comienzos.

La Segunda Etapa: “El Lanzamiento”
La segunda etapa bien marcada en la inducción de un niño en la pesca con mosca, aquella que más recuerdos me ha dejado, fue la enseñanza del lanzamiento con mosca. Frías mañanas de domingo en el parque Chacabuco (Buenos Aires), a dos cuadras de casa, intentando que esa condenada “lanita” se estirará hacia delante sin pegar antes en la cabeza, brazo, pierna, árbol, perro o atleta matutino sorprendido por la imagen de dos “domadores sin sus fieras”, inconsiente del serio riesgo que corría al pasar a metros de nosotros. Con mis cortos 9 años, luchaba en mis primeras clases por entender que era “el ritmo”, “quebrar la muñeca” o “bajar la caña”, vamos tenía solo 9 años, que iba a saber yo de “quebrar la muñeca” o “bajar la caña” a esa edad. Los niños aprenden más por intuición e imitación de su maestro que por las precisas instrucciones técnicas que reciben.

Una vez dominado esto, aprecio el “doble tirón”, ilúso yo que pensaba superada esta etapa, porque mi amado padre en su rol de “Maestro” se encargó de enseñarme cuanta técnica existiera en la tierra por si algún día se me ocurría pescar Salmones en Rusia utilizando el “cast belga”. Entre tantas torturas puedo mencionar: tirar con un libro debajo del brazo, tirar arrodillado, sentado, de espaldas o con los ojos cerrados, estupenda técnica para esas largas tardes en los Río Grande o Gallegos donde las anádromas pican casi casi sin luz.


La Tercera Etapa: “El Atado”
Otra etapa, podríamos decir la tercera que recuerdo, casi en paralelo con la práctica del lanzamiento, fue el aprendizaje del atado de “monstruos”, quiero decir moscas. Con mi corta edad, comencé por la clásica wolly worm, en ese entonces la nunca tan venerada Wolly bugger no hacia su aparición, por eso nos ingeniábamos innovando patrones y materiales. Un ejemplo es “la Alicia”, un stremear que hasta la fecha es mortal con las truchas farios, atada con bucktail de tonos amarillos y anaranjados, la que originalmente fuera confeccionada con pelo de mi querida hermana a quien debe su respetado nombre. Esta etapa, tuvo como complemento el aprendizaje y práctica de todos los nudos necesarios para esta apasionante pesca, nudo de sangre, barrilito y clavo que, entre otros, fueron mi tortura durante largas tardes de invierno.

La Cuarta Etapa: “La Esperada Salida”
Recuerdo mi primera salida de pesca con mosca en compañía de mi padre, el lugar fue el conocido Río Chimehuin, precisamente la estancia El Farallón de Pucamer. Un verdadero paraíso de las truchas farios. Me tiemblan las manos de solo pensar lo que podría hacer con las técnicas y el conocimiento de hoy, en aquel momento y lugar. La verdad, mi primer salida no fue nada agradable, pero generó una especie de “fiebre” en mí, que hasta la fecha perdura. En los primeros cuatro días de pesca perdí la mitad de las moscas que había atado y el resto terminaron sin punta gracias a la gran cantidad de piedras bochas que conforman el cauce de ese río. Cada tres tiros, tenía que cambiar el tippet, el leader y más de una vez sacar algún nudo de la línea. El frío no me permitía hacer los nudos y antes la solicitud de ayuda a mi padre, este respondía desde lejos:
- “ . . . para eso estuvimos practicando nudos todo el invierno, para que puedas hacerlos solo”. Las truchas saltaban por todos lados, pero estaban muy remisas a tomar mis “plumeros”. Fue tal la frustración, que una tarde me dije: - “ . . . yo con mosca no pesco más!!!”. Como buen ser primitivo volví a mis orígenes, me conseguí un corcho de una botella de vino, le hice un agujerito, una pluma de Avutarda hizo las veces de palito pasante, una mosca fue perdiendo sus plumas y chenill hasta quedar el anzuelo limpio. Luego busqué unas lombrices y a pescar. No menor sería la sorpresa al comenzar a soltar hilo, para que la corriente del río se llevara mi hermoso aparejo, porque al entrar en el remolino de un pozón una enorme trucha fario, saltando con el cuerpo entero fuera del agua, se tragó el corcho con pluma y todo . . . si, si, se tragó mi flotador artesanal. Las truchas no querían la carnada, atacaban el flotador de color café que simulaba un apetitoso ratoncito, mi frustración no podía ser mayor. Al día siguiente, con mayor calma, regresé con mi equipo mosquero al cual le había colocado un hermoso ratón café realizado completamente en pelo de ciervo, el que fuera sustraído sigilosamente de la caja de mi padre la noche anterior. Al tercer tiro, dejé llevar suficiente línea por la corriente y cuando la mosca llega al remolino, allí estaba, una hermosa fario prendida de mi ratoncito y yo a los gritos:
-“ . . . Papá, Papá, ven que es grande, ven que tengo una . . . “.
Al poco rato de no soportar más los gritos, mi padre se acercó y vio que realmente era una hermosa y gorda fario. Siempre guardaré el recuerdo de mi primera trucha con mosca y de la cara de mi padre al verme con ella. A partir de ese día, comence a sentirme su compañero de pesca.




La Quinta Etapa: “De Maestro a Compañero”
Por lo tanto, cuando los niños tienen ganas de salir a pescar, los padres tienen que dejar de lado sus conveniencias y elegir el lugar adecuado para que sus hijos puedan disfrutar de la jornada como compañeros. Así mismo, no siempre es compatible la pesca con un niño y la pesca con amigos, porque más de una vez dependiendo de nuestras amistades, éstas pueden sentirse incómodas o limitadas por la presencia de estos pequeños individuos. Créanme, incluso aquellos amigos que tienen hijos, más de una vez no serán adeptos a organizar una salida de pesca con niños, mucho menos si estos pequeñitos además pescan más que ellos.



Recuerdo con nostalgia, cuando pescamos solos con mi padre en la desembocadura del Río Pichi Traful, un paradisíaco lugar en el brazo norte del lago Traful. Este lugar tenía una belleza inusual, bosques frondosos, un césped naturalmente cuidado, decorado por rojas y silvestres frutillas en Noviembre y Naranjos Llao Llao en Marzo. Una pareja de Hualas que todas las tardes cruzaban la apacible bahía con sus 10 o 12 polluelos gritando detrás hacían de este, sin grandes trofeos o cantidad de truchas, un lugar seguro y muy adecuado para la pesca con un niño, donde pude compartir con mi Padre 8 años de aperturas y cierres de temporada haciendo escuela en la pesca con mosca. Tiempo donde privó de su compañía a los amigos, para obsequiármela a mi.

Ahora que soy padre, puedo comprender que su intención no era solo enseñarme a pescar, sino de alguna forma, educarme según su mejor entender.

Marcelo Morales, un gran pescador argentino, al cual admiro profundamente como pescador, escritor y persona, escribió alguna vez un artículo titulado “Pescando con nuestros hijos”, el cual tiene algunos pasajes que, con su respeto, me gustaría mencionar:

“ . . . La pesca y muchos pasatiempos donde el ser humano enfrenta a la naturaleza, con sus sentidos y habilidades más primitivas, son formas de jugar bastante más trascendentes de lo que podemos suponer”.



“Si enseñamos a nuestros hijos a disfrutar con sensaciones como las producidas por el viento, la lluvia, el sol, las alturas, los paisajes infinitos, el frío, el agua y tantas otras que la naturaleza nos regala, difícilmente se inclinen a perder su tiempo en actividades que anulen sus sentidos y denigren su cuerpo. Las actividades al aire libre nos permiten valorar las posibilidades de nuestros cuerpos creando una coraza contra muchos males y amenazas de las sociedad actual”.

“Enseñar a pescar a los chicos no es tarea sencilla, de nuestras actitudes o acciones depende que logremos compañeros de pesca para siempre o que los alejemos completamente de ella . . .”.

En función a mi experiencia puedo agregar a este hermoso pensamiento, que la pesca como toda actividad que se comparte entre dos personas puede lograr unirlas o separarlas dependiendo de como se realice. La pesca además de facilitarle a mi padre la tarea de educación, le posibilito generar un vinculo entre nosotros muy fuerte, indestructible.

Lamentablemente, hoy me toca vivir lejos de él, son pocas las veces en el año que tenemos oportunidad de estar juntos, pero les aseguro que todas las veces que hablamos por teléfono hay un tema de pesca en nuestra conversación. Existe una semana en el año que todo mi entorno personal conoce y respeta, es la semana de pesca con mi padre. Es esa semana donde él vuelve como todos los años a ser mi Maestro y Compañero, esa semana donde conversamos, discutimos, peleamos y nos volvemos a reconciliar todos los días, esa semana que nos sirve para saber que siempre vamos a estar ahí.

Parafraseando a José Larralde, pobre de aquel que no lo conozca, ” . . . Hoy mi padre esta de vuelta, o mejor dicho, en el DEBE de la vida . . .” Yo tengo 30 años, de los cuales he compartido 27 de ellos pescando a su lado, aprendiendo a pescar y sobretodo aprendiendo otros valores mucho más importantes. La pesca nos permitió eso, generar un vinculo para aprender juntos. Aprender que la honestidad es una forma de vida y no una actitud, que la gratitud es sinónimo de inteligencia, que la humildad se puede confundir con mediocridad, pero que no es lo mismo, y por supuesto que cuantas más personas practiquen la pesca con mosca, mayor será la conciencia de lo linda y delicada que es la naturaleza y de lo mucho que necesitamos cuidarla, para que nuestros hijos, nuestro futuros compañeros de pesca, puedan disfrutar de ella tanto como nosotros.

Buena pesca, y si es compartida con alguien que aprecien mejor.

Saludos cordiales,

Nicolás Costanzi

Dedicado a mi padre, Alberto Costanzi, un pescador sencillo y humilde, profesor “ad honorem” de muchos, pero por sobre todo mi Maestro y Compañero. Gracias Pá.



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