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Una Laguna en el Camino.
Grandes extensiones de juncos bailando al compás del viento es la primera imagen que se viene a la mente cuando hablan de las lagunas de la Patagonia, sitios de extraordinaria belleza que refugian un número sorprendente de combativas truchas marrones y arcoiris, algunas de ellas de tamaños inimaginables. A lo largo de la Carretera Austral es posible divisar un gran número de cuerpos de agua con esas características, los que muchas veces no tomamos en cuenta por querer llegar rápido a nuestro destino final.
Entre Villa Amengual y Villa Mañihuales, a metros del camino, existen pequeñas lagunas que pueden hacer de la jornada de pesca un día más que interesante.



Situadas entre bosques de coigües y ñires, la mayoría de ellas a los pies de enormes paredes talladas hace miles de años por el paso de los glaciares, que ahora, transformados en ventisqueros, luchan por seguir unidos a las montañas. Montañas que al paso de cada lluvia se saturan de agua generando pequeños esteros que terminan su recorrido vertidos en estos acuarios naturales.



Es increíble ver cómo al paso de cada arroyo nace, algunos metros más abajo, un paraíso para la pesca, donde se puede observar a lo largo del día cómo las hermosas marrones que las habitan suben suavemente a tomar cualquier insecto que se poce sobre sus cabezas.



Hace algunos meses junto a un amigo nos dedicamos a recorrer estos sitios de los cuales sólo habíamos recibido comentarios positivos, nada de “monstruos” pero sí cantidad y calidad. A pesar de no tener la opción de poder pescar algún “truchón” vimos este destino como un posible punto para tener una salida de pesca memorable. Así emprendimos una aventura que nos entregó más de alguna sorpresa.



Minutos antes de llegar a Villa Amengual, luego de pasar varios lagos afectados por el viento patagónico, apareció ante nuestros ojos una laguna que se veía ideal en todos sus aspectos, estructura perfecta compuesta principalmente por camas de algas, juncos y troncos que afloraban de las profundidades, el único problema…no sabíamos si habían peces en ella. Estábamos en posición de abstenernos a preparar los equipos ante la duda de la existencia de truchas, lo que nos obligó a sentarnos en la orilla durante unos minutos hasta ver alguna actividad en la superficie. Luego de caminar por sobre uno de los troncos que se bañaba en sus aguas y observar por un buen tiempo si aparecían alevines de entre las algas, comenzamos a dudar sobre la posibilidad de tener opciones de pesca en este sitio. Por lo que preferimos continuar nuestro camino. Una vez arriba del vehículo la imagen que estuvimos esperando se presentó ante nuestros ojos. El canal que llegaba a la laguna se transformó en nuestra salvación. Varios peces comenzaron a subir a alimentarse en la superficie, rompiendo suavemente la tensión generada por la quietud de sus aguas. Luego, la laguna se unió a este espectáculo obligándonos a armar equipos a una velocidad inigualable. Pasaron sólo unos minutos y los tubos estaban listos para entrar a aquel acuario.

Se podía observar que el acceso no era fácil, la densidad de la cama de algas que nos separaba del arroyo que llevaría nuestros tubos a destino, era bastante alta, dificultando el pataleo y por ende el avance hasta el sector más despejado. Atravesamos todos los obstáculos y por fin pudimos comenzar la jornada de pesca.

Las aguas quietas son lugares difíciles de descifrar, ya que en muchos casos la abundancia de alimento hace que las truchas que habitan estos sitios sean animales excepcionalmente selectivos, haciéndonos probar una y otra vez imitaciones de los distintos insectos que componen su dieta.

Esta vez la elección fue rápida…una Rubber Legged Stimulator, un atractor que pocas veces me ha fallado ya sea en lagos o ríos. La línea…wet tip clear, sin duda la mejor elección para esta agua transparentes y el viento que se podría presentar.

Al parecer esa selectividad que se da en algunos sitios no se dio acá ya que al primer lance cerca de los troncos que afloraban hizo subir con gran delicadeza a una trucha, la que tomó la mosca de la forma que más me gusta, realizando un pequeño sorbo desde debajo de la imitación, haciéndola desaparecer sutilmente. Levanté la caña y la presa comenzó la lucha por liberarse, daba para pensar que estos peces son maestros en el arte del escape, cualquier elemento que se cruzara ante sus ojos era utilizado como posible salvador, pero por suerte ninguno de estos obstáculos logró su finalidad, entregándose a duras penas a las manos de su captor. Una hermosa marrón de poco menos de un kilo fue el resultado de aquella presentación, el colorido de aquel pez da cuenta de cómo estos animales van adquiriendo las tonalidades del fondo del lugar donde viven, permitiéndoles camuflarse de sus predadores, especialmente de los visones quienes se han transformado en plaga en la región de Aysén.
Así transcurrió la mañana, un pique tras otro mientras mi amigo Leonardo Ramírez peleaba, al otro lado de la laguna, peces que se habían tentado con su imitación.

La cantidad y el tamaño de las capturas, acompañados de una belleza inigualable del entorno, hicieron de aquel día una experiencia para el recuerdo.

Vale la pena detener el vehículo ante estos espectaculares sitios y, si tienen tiempo, bajarse a pescar. Seguro que el momento será único, ya que el desconocimiento los obligará a pensar cómo enfrentar la situación y los resultados seguramente no se harán esperar.

Buena Pesca.

Nicolás Sánchez G.
www.Lineas&Moscas.cl